España y Marruecos fortalecen una estrategia conjunta frente a los discursos de odio, en un momento en que la cohesión social es tan esencial como la seguridad y el bienestar cotidiano.
HoyLunes – España y Marruecos han acordado una estrategia conjunta para reforzar la lucha contra los discursos de odio, consolidando una colaboración que mira tanto a la convivencia como a los retos sociales actuales. En un encuentro celebrado en el Complejo de La Moncloa, ambas delegaciones firmaron acuerdos centrados en combatir los mensajes xenófobos, impulsar la transición digital y colaborar en la prevención de desastres naturales, dentro de un marco bilateral que cuenta con una alta densidad humana: casi un millón de residentes marroquíes en España, miles de trabajadores temporales y cerca de 14.000 españoles viviendo en Marruecos.
En este contexto, se ha prorrogado el Memorando de Entendimiento en protección social y Seguridad Social, orientado a modernizar procesos, compartir capacidades técnicas y reforzar mecanismos de gestión. Asimismo, continúa el trabajo conjunto para digitalizar expedientes relacionados con el Convenio Bilateral de Seguridad Social, el más antiguo en vigor en España.
Uno de los avances más relevantes es la declaración para fortalecer la cooperación frente a los discursos de odio mediante sensibilización pública, intervención temprana en redes sociales y estrategias de prevención compartidas. El Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) registró 52.958 mensajes racistas o xenófobos en octubre de 2025, alcanzando 740.144 en lo que va de año, con un 42% retirado por las plataformas. Un volumen que evidencia la urgencia de actuar.
En paralelo, ambos países avanzan en una segunda edición del proyecto Wafira, orientado a optimizar los beneficios de la migración temporal en la campaña de frutos rojos de Huelva. La primera edición permitió que 209 mujeres —el 84% de las participantes— consolidaran su propio negocio tras recibir capacitación en España y apoyo posterior en Marruecos, reforzando su independencia y la estabilidad de sus comunidades.
La cooperación refuerza la protección de quienes pueden verse afectados por mensajes de odio que atraviesan redes sociales y espacios públicos. Las familias —tanto españolas como marroquíes— ganan un entorno más seguro, menos hostil y con mayores recursos para defender sus derechos. Además, la continuidad del proyecto Wafira demuestra que la movilidad laboral puede generar ingresos estables, autonomía económica y nuevas oportunidades para hogares que dependen de la migración estacional.
Los más de 365.000 trabajadores marroquíes afiliados en España encuentran en estas medidas un respaldo que reconoce su aportación al crecimiento económico y al sostenimiento del Estado del bienestar. La modernización de sistemas, la digitalización y la cooperación administrativa también facilitan trámites, reducen incertidumbres y mejoran la calidad de la gestión para miles de profesionales a ambos lados del Mediterráneo.
Regiones como Andalucía, la Comunidad Valenciana, Cataluña y Madrid —donde se concentra gran parte de la población marroquí— verán reforzadas sus herramientas para hacer frente a la desinformación y proteger la cohesión social. Huelva, en particular, experimenta un impacto directoa través del proyecto Wafira, que vincula migración, empleo agrícola, desarrollo local y retorno de riqueza a las comunidades de origen.
Las medidas se alinean con la estrategia nacional de convivencia, con la modernización de los sistemas de Seguridad Social y con la necesidad de abordar la desinformación y los discursos de odio como fenómenos que amenazan derechos fundamentales. El refuerzo bilateral añade estabilidad a una relación estratégica esencial para España, la UE y los territorios fronterizos, a la vez que fortalece los marcos de migración regular, segura y ordenada.
En un tiempo donde una frase nociva puede cruzar fronteras en segundos, este acuerdo recuerda algo básico: la convivencia no se sostiene sola. Requiere cooperación, vigilancia, justicia y humanidad. España y Marruecos avanzan en un camino que busca proteger a quienes más pueden sufrir los efectos del odio, pero también a quienes sostienen la economía, cuidan a las familias, cultivan el campo o construyen futuro en cualquiera de las dos orillas.
Lo que hoy se firma en despachos se siente en plazas, centros de trabajo, redes sociales y hogares. Y esa es, tal vez, la mejor señal de que esta alianza nace para tener impacto real: porque aspira a que la convivencia no sea una promesa, sino una experiencia compartida y cotidiana.
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